"El Infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio".

Italo Calvino. Las ciudades invisibles.

domingo, 2 de junio de 2024

ESCÁNDALO (AKIRA KUROSAWA, 1950)

 

Escándalo es, sin duda, una rareza en la obra de Akira Kurosawa. Con un planteamiento inicial diseñado para criticar la prensa del corazón, cuenta como un pintor (interpretado por Toshiro Mifune), excesivamente bueno, y una cantante, excesivamente angelical, intentan limpiar su reputación de las difamaciones difundidas por una revista. Pero no consigue, como en otras obras, trascender un problema personal hacia una dimensión colectiva. Su voluntad de denuncia de la prensa sensacionalista, con un objetivo moral y ejemplarizante, no está engarzada con el dilema del abogado de Ichiro entre su ética profesional y la relación con su hija, cuya programada muerte parece más bien un truco de guión; no consigue ensamblar dos líneas argumentales tan distintas.

 

Escándalo, en su inicio, es un film de temática social, generalmente ausente en las inclinaciones artísticas de Kurosawa, llegando a declarar su falta de interés por dirigir películas sobre estos temas, que denuncia la miseria moral y las mezquindades de las revistas rosas. Pero lo hace con personajes arquetípicos y acartonados, como el editor de la revista, la hija agonizante del abogado de Ichiro, la cantante de un candor exacerbado y episodios grotescamente humorísticos como los que protagonizan los asistentes al juicio. Son marionetas dibujadas con un solo perfil, claramente buenos o malos.

 

Afortunadamente, muy pronto, cambia bruscamente de dirección para centrarse en la peripecia de uno de los protagonistas. La aparición del dostoievskiano  abogado Hiruta hace que aumente el interés y que la película se desarrolle por otros caminos más interesantes. El foco abandona a la pareja, para poner luz en uno de los principales temas del cine de Kurosawa: un individuo en conflicto consigo mismo que debe obtener su redención personal superando circunstancias adversas, desarrollándose, a la vez, comentarios más corrosivos sobre la sociedad japonesa, sin, por ello, conseguir soltar el lastre de la excesiva simplicidad del argumento. Cuando dos años más tarde ruede Vivir y describa las vivencias del triste funcionario capaz de redimirse de su oscura vida laboral en el último momento, alcanzará una de las muchas cimas de su filmografía.

 

La dirección es rutinaria y carente del entusiasmo al que nos tiene acostumbrados el director de El perro rabioso. Lejos de ser una de las mejores películas de Kurosawa, pues la rutina le gana al entusiasmo, no se puede decir que sea una obra carente de valor. La composición de los decorados (el estudio de Ichiro, la reja que aísla la oficina del editor, el “despacho” de Hiruta en la terraza de un edificio que no tiene quinta planta), dan fe de la huella de un gran maestro en esta obra menor.

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