Lamentablemente, y sin que sirva de precedente, no puedo estar más que de
acuerdo con el segundo párrafo de lo que escribió Boyero sobre Aita, tras su
pase por en el Festival de Cine de San Sebastián. En cambio me parece que
desbarra en el primero.
“A pesar de las progresivas carencias, el cine de Sayles siempre merecerá
expectativas. Me ocurre todo lo contrario, un inalterable, higiénico y
justificado deseo de salir corriendo cada vez que observo en la pantalla el
temible rótulo Luis Miñarro presenta, sensación solo comparable a la de Paulo
Branco presenta. Independientemente del director con el que estos
productores hayan ejercido el mecenazgo, ya sé el castigo que me espera. Lo
único que me fascina en ellos es su habilidad para conseguir en nombre de la
estafada cultura eterna financiación institucional y pública (eso no excluye
encontrar algún capital privado encaprichado en subvencionar el vacío
pretencioso) para seguir alimentando el sello de la casa. No concibo para mí un
método de tortura tan siniestro como que me inmovilizaran en una silla, me
impidieran cerrar los ojos y tuviera que tragarme sin pausas y sin prisas la
filmografía de estos dos productores.
Ignoro lo que pretende contar Aita, dirigida por José María de Orbe,
pero tengo claros los quince primeros minutos, dedicados a una conversación
supuestamente espontánea y letalmente fatigosa entre dos fulanos que no vuelven
a parecer y a un señor que va abriendo una por una las ventanas de un caserón
deshabitado que al parecer oculta algún misterio y en el que por la noche se
reflejan imágenes en las paredes que rememoran la historia de sus moradores.
También aparece un cura vestido de paisano que habla de cadáveres con el
restaurador de la mansión y le consuela sobre el efecto torturante de una luz
sobrenatural. Pero no es una película de terror, ni una evocación lírica, ni un
retrato sicológico. Es la nada intentando nadear en 80 minutos insufribles. De
acuerdo, tiene el inapreciable don de que una parte de ese metraje está hablado
en euskera. Quiero imaginar que lo más selecto que puede ofrecer el último cine
español no es lo que está exhibiendo la sección oficial de este festival. Si el
patético experimentalismo de Aita es demostrativo de las esencias de la
cosecha actual, todo invita al temblor.”
Jajaja, vi que la hacían el otro día en tv y no me atreví vista la pinta. Debo confesar que, procurando continuar en el futuro siendo audaz y sorprenderme, he puesto un cierto tope a excesivos experimentalismos, al constatar finalmente que mi tiempo disponible es limitado (y lo será al menos en los próximos ¿18 años?) y que no trabajo para ninguna universidad o revista ni jamás trabajaré para ellas. O sea que Apichapongs y Chantales, pero Jose Marías de Orbe, Jaimes Rosales y otros descubrimientos modernos nada. Antes que eso más Oliveira.
ResponderEliminarTras haber visto en la misma semana "Aita" y "13 lakes" de Benning, he decidido, como tú, poner un tope. Eso sí, con la de Benning puedo decir que ha sido la primera vez que he puesto una película de fondo. Menos mal que decidí que tras tres minutos de una nueva toma me sumergía en el libro que tenía entre manos. Al cambiar de plano otros tres minutillos y al libro. Yo, en cambio, no meto en el mismo saco a Rosales. Pero, eso sí, Oliveira y Monteiro todos los que quieras.
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