"El Infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio".

Italo Calvino. Las ciudades invisibles.

lunes, 12 de abril de 2010

THE ROAD

En 2006 el americano Cormac McCarthy, ya septuagenario, publica una de las mejores obras de los últimos años, por la que recibe el Pulitzer. El autor de All the pretty horses y No country for old men parece ser una fuente de adaptación para los estudios de cine. Tal vez lo que les interesa de las obras de McCarthy sea su simplicidad argumental dentro de la gran calidad literaria que, evidentemente, posee.

The road destaca por su economía de medios, la descripción como figura estilística, su universo despojado, sus vastos decorados, su ritmo lento y sus diálogos más interrogativos que llenos de respuestas. Palabras simples para transmitir lo esencial en unos paisajes americanos descritos sumariamente. En cada secuencia la película suscita numerosos interrogantes e interpretaciones que dan lugar a que nos preguntemos sobre nuestra vocación de hombres y sobre el sentido que se da a los otros, a las cosas y a la naturaleza, por tanto una reflexión sobre la condición humana.

The road , no sólo una road movie a pie, sino también una historia de aprendizaje, un cuento moral, describe la lucha por la supervivencia de un padre y su hijo, la lucha contra el desastre o, al menos, el intento por no formar parte de él, el esfuerzo por no ser ni víctimas ni verdugos , en un mundo sin esperanza, donde el suicidio es propuesto como alternativa al canibalismo, dos viejos tabú frente a frente. Dos seres negándose a ser contaminados por el embrutecimiento moral.

Uno de los mayores logros de la película es su capacidad para plasmar los paisajes, de sucia frialdad, la ceniza que todo lo envuelve. Se consigue escenificar extraordinariamente el mundo devastado creado por McCarthy, ese paisaje de desolación extrema, con árboles que crujen y se rompen.

Una adaptación lúcida, nada fácil, más que satisfactoria, captando su espíritu y tono, a pesar de haber suavizado la violencia, muchas veces dolorosa, del libro, por lo que no consigue la misma intensidad. Al optar John Hillcoat por la fidelidad absoluta al texto de McCarthy arrastra lo que para mí es el mayor defecto de la novela, esa última escena que rompe con el tono de todo lo anterior, que en la película se traduce en secuencias sobrias rotas por esa última escena llena de optimismo, incoherente con la lógica de la historia. Tampoco me agrada que el director rompa la áspera literatura del autor con concesiones emotivas al gran público, como todo lo filmado con su mujer usando otra fotografía muy distinta.


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