Rodada en las montañas del Cáucaso y extrayendo toda la fuerza de sus formas geológicas, de la arquitectura poco habitual que allí se encuentra, deteniéndose en los rostros y costumbres de sus habitantes, Abdulaze realiza un poema visual, basado en la obra del poeta georgiano Vazha Pshavella, nacido en 1981, de cuyos versos extrae literalmente los diálogos del film.
Este tipo de películas, que parecen exclusivas de los países del este, son muy poco conocidas más allá de sus fronteras, debido al aislamiento que sufrieron durante la guerra fría, y sólo se han podido ver tras las glasnot, pero tras la visión de Vedreba, y el recuerdo que guardo de Monanieba, me han entrado unas ganas enormes de seguir buceando en su filmografía y conseguir ver por primera vez películas de Binka Zhelyazkova o de Yuri Ilyenko, por ejemplo.
Para entender completamente esta, profundamente simbólica, película sería necesario conocer las costumbres y rituales de los diferentes grupos que viven en las montañas de Georgia, pero a pesar de este inconveniente, se trata de un gran y poderoso film. Las actuaciones y las imágenes tienen tal fuerza que en ocasiones es gratificante no seguir los subtítulos y atender exclusivamente al sonido y ritmo hipnotizante de las palabras. Doble motivo para ver la película dos veces, a ser posible en la misma sesión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario