"El Infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio".

Italo Calvino. Las ciudades invisibles.

domingo, 13 de marzo de 2011

LA VIDA SUBLIME


Te encuentras en el seno de la vida
siempre que dices,
con toda tu alma, una banalidad.
E. M. Cioran

Afirma Carlos Losilla, en el número 37 de Cahiers du Cinema - España que La vida sublime es “una película locuaz y expansiva en la que quiere reescribir una cierta historia de España”, cuando a mí lo que me ha parecido ha sido una película pedante y ególatra. Historia de España escrita por unos personajes antipáticos y, en el caso más concreto del de Sevilla, representando lo que menos me gusta de ella, después, claro está, de Javier Arenas. Ese sevillanito machista que se cree de izquierdas, cofrade, al que se le pone los vellos de punta con María Santísima, rociero de medalla en pecho, trianero y seguro que bético, capaz de afirmar que el Guadalquivir es el Ganges del mundo. Si algo tiene de mérito la parte rodada en Sevilla es ser capaz de bañarse en el río con esa cara de (auto)satisfacción y de estar encantados de conocerse a sí mismos. Por supuesto existe otra Sevilla que no tiene nada que ver con lo que se ve en pantalla y que no le ha interesado al director.

Sí me ha gustado como cambia de escenario sin planos de transición, el dinamismo que consigue para mostrar ese viaje desde Castilla hasta Bolonia. Siempre es mejor la película cuando no hay personajes, cuando filma espacios, paisajes y colores. Debería seguir los pasos de Lisandro Alonso como hizo con El brau Blau, y no construir una película a base de diálogos y de improvisación.

Es una lástima que esa magnifica escena, por verdadera y auténtica, en la que el protagonista charla con su abuela en la mesa camilla, y esa última imagen de ella que cierra la película, estén interrumpidas por tanta secuencia falsa y reivindicadora de una españolidad y de una tradición cultural a desterrar, llenas de un idealismo de jardín de infancia, sin contenido.

Si alguien me puede explicar que quiere decir Carlos Losilla cuando afirma que “es un trayecto hacia la redención del presente y del cine”…

¡Qué ganas de ver un Rohmer o un Renoir!

2 comentarios:

  1. Yo no la he visto, pero el crítico argentino Quintín se solidariza contigo http://www.elumiere.net/exclusivo_web/gijon10/gijon10_04.html y al parecer entabló con los de Letras de cine una agria polémica acusándolos de defender a la gente de la casa a toda costa.

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  2. Gracias Sergio por la información. Me he puesto a buscar en "La lectora provisoria" y he dado con él. La dirección es: http://lalectoraprovisoria.wordpress.com/2010/08/21/locarno-memoria-y-balance-6/
    Estoy de acuerdo en todo lo que dice sobre la película y no tanto cuando hace referencia a otros directores españoles. Comparto la iritación en el mismo momento de la película. El tipo me resulta insoportable.
    Lo clava cuando dice: "En cambio, se nos obsequia con una serie de discursos engolados sobre la España eterna, sobre las culturas ancestrales que flotan en el aire y otras solemnidades que Villamediana trata con el mismo empaque de falso castellano (en el fondo sería peor si fuera de castellano verdadero) con el que otro personaje discurre sobre el arte del toreo en Valladolid."
    Aprovechando que dice, de nuevo con muchísimo acierto: "esa componente fetichista que acompaña toda La vida sublime con su mitología de ocasión, construida a partir de las circunstancias más banales", añado a la entrada un encabezamiento que estuve tentado de poner.

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