"El Infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio".

Italo Calvino. Las ciudades invisibles.

viernes, 23 de septiembre de 2011

STELLA


A finales de los años 70 se sitúa esta crónica sobre la infancia. El tiempo de Stella se reparte entre el bar que sus padres tienen en la periferia parisina, frecuentado por obreros, desempleados y maleantes, con un ambiente ruidoso y siempre con humo, y el instituto al que acaba de incorporarse. Todo jugará su papel en el proceso de aprendizaje de Stella y su ingreso en la adolescencia.

Con la película, que se sospecha inmediatamente en gran medida autobiográfica, la directora pretende responder a la angustia fundamental de la adolescencia: ¿cómo encontrar su lugar en un mundo que, a veces, muestra su rechazo? Su respuesta es mediante el abrirse a los demás, aunque esto pase por el descubrimiento de la violencia social, la de los hijos e hijas de papá compañeros de instituto y la de los personajes turbios y canallas que pululan por el bar. Con mezcla de dolor, pesadumbre y esperanza, la escuela como oportunidad que debe aprovechar para escapar de su destino, refleja la dureza y el desgarro de la vida con formas y tonos suaves.

Verheyde, evitando la autocomplacencia, lo cuenta con una aceptable cohesión formal, alternando secuencias del instituto y del bar, donde la fauna que lo habita forma un extraño círculo familiar alrededor de la protagonista. Por lo que además de ser una película sobre la infancia es un film sobre un grupo, retratado con comprensión, con cariño, sin rencor y de forma entrañable, pero sin mitigar la realidad en la que uno se puede dar de bruces tanto con la ternura compasiva como con la violencia más soterrada o repentina, ambiente sobre el que la directora se deja llevar por la nostalgia, adivinándose ecos de su propia juventud.

Aunque las canciones ayudan a la reconstrucción del ambiente de los años 70, son usadas en demasía y subrayan excesivamente las emociones de su protagonista. En cambio, está filmada con delicadeza, sin crudeza ni estridencias las humillaciones que sufre y los malos ejemplos que le proporcionan los adultos que la rodean.

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